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Licenciado en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Estudios Superiores "Acatlán" (2003-2007). Profesor de la materia de Historia del Mariachi (2014) de la Escuela de Mariachi Ollin Yoliztli en Garibaldi. Maestro en Historiografía por la Facultad de Historia de la Universidad Michoacana San Nicolás de Hidalgo (2017-2019). Inscrito al Doctorado Interinstitucional de Arte y Cultura (DIAC), Campus León. Becario Conacyt (2021-2025)

12 ago 2011

“De errante vagabundo” a “Las benditas copas”. Semblanza de uno de los pilares del mariachi moderno, el trompetista Miguel Martínez Domínguez.

“De errante vagabundo” a “Las benditas copas”. Semblanza de uno de los pilares del mariachi moderno, el trompetista Miguel Martínez Domínguez.
Eduardo Martínez Muñoz[1]
Fue don Miguel Martínez el que acabo dando el toque canónigo al mariachi con trompeta”.  Jesús Jaúregui
Saber el génesis de nuestras tradiciones, a veces resulta difícil y en ocasiones inaccesible. Pero cuántas veces no hemos sido testigos o participantes de festejos de cualquier tipo sobre todo en eventos sociales y disfrutar de una excelente interpretación, de una buena canción ranchera en el clásico estilo campirano mexicano protagonizado por un mariachi.
Sus orígenes tal vez no del todo definido en cuanto a su territorialidad o en cuanto a sus instrumentos –falta aún seguir investigando–, pero hay que recordar que toda religión es sincretista y para muchos la música también es una religión. Agreguemos, lo que le escuché decir al historiador Álvaro Ochoa Serrano: “la cuna no es donde nace sino donde se mece la criatura”[2], por eso la cuna se le adjudica al occidente nacional, de éste nuestro presente. Que si al norte o al centro del país, esa es la polémica, pero para poder argumentar una territorialidad más aproximada, podemos respaldarnos en que en la época de la colonia, esta parte fue fundada en 1532 como la Nueva Galicia, conformada con lo que son actualmente Colima, Jalisco, Aguascalientes, Durango, Sinaloa, San Luis Potosí y Nayarit; posteriormente para finales del XVIII cambió su nombre por el de Intendencia de Guadalajara, y se modificaron sus límites y composición territorial, compuesta por lo que hoy conocemos como Jalisco, Aguascalientes, Nayarit y Colima; comprendiéndose así mismo 26 jurisdicciones o partidos.
Para el 16 de junio de 1823 fue declarado como el Estado Libre y Soberano de Jalisco y se compondría por Cantones: Guadalajara, Lagos, La Barca, Sayula, Etzatlán, Autlán, Tepic y Colotlán –perteneciendo Nayarit al Cantón de Tepic[3]– esto duró hasta 1915. Tenemos que tomar en cuenta que esta zona supo mantener durante el período colonial una situación de autonomía, tanto en el renglón político como en lo económico, con respecto de la Nueva España.
Sería difícil pero no imposible que una zona así no coincidiera en algunos aspectos, sobre todo en sus manifestaciones al exterior, al ser plasmadas en ceremonias como bodas, bautizos o en funerales: en lo público no en lo privado. Por supuesto esto es una apreciación particular y neófito en el tema.
Hoy existen dos vertientes de estos interpretes; uno, el mariachi tradicional, grupo conformado por elementos que ejecutan las piezas musicales con instrumentos de cuerda: violín, guitarra, guitarrón, y vihuela; por supuesto una buena y bien timbrada voz, como Lucha Reyes quien viene a mi mente con su interpretación de “la tequilera”, hicieron la delicia en tardes de tertulia o reunión.
El mariachi moderno, cuenta con estos instrumentos de cuerda y además se incrustarían metales, son las interpretaciones que comúnmente escuchamos y que han traspasado las fronteras para poner en alto el nombre de México, por supuesto al tener la visión de vistosidad en aras de una práctica económica comercial, y sin menos preciar sus interpretaciones, llamando la atención a todo el que los ve con sus elegantes y resplandecientes vestuarios, portados con elegancia y gallardía.
Al tocar el tema del mariachi moderno y a la integración de la trompeta es mi intención citar a quien en opinión –no mía–, sino de quienes si han estudiado más a fondo el fenómeno del mariachi, a uno de los pilares de estas agrupaciones, al Sr. Miguel Martínez Domínguez, originario de Celaya, Guanajuato. Nacido el 29 de septiembre de 1921, hijo de don Maximino Martínez y doña María Perfecta Domínguez[4]. Pero más allá de establecer datos biográficos de dicho personaje, es un intento por destacar los tropiezos y triunfos de quien representa, para muchos, el pionero y pilar de la trompeta mariachera[5] mayormente reconocida a nivel internacional. Estudió con el maestro Luis Fonseca en la Escuela libre de Música y Declamación (1944-1945)[6], pero su afición y devoción a la ejecución de la trompeta no nació ahí a los 23 años de edad. Desde los tiernos años su gusto por la música se reflejó en la actitud que tomaba al escuchar un mariachi ambulante en las cercanías de San Antonio Abad, la familia Martínez Domínguez vivió en lo que hoy conocemos como la colonia Obrera, en el Distrito Federal. En estos rumbos, un mariachi compuesto de cinco elementos y dirigidos por “don Luis”, era seguido por el pequeño Miguel hasta la entrada de una cantina, el grupo entraba y era escuchado por el niño de escasos 11 años, desde afuera.
Este comportamiento no podía pasar desapercibido por “don Luis” y le dijo:
“¡Oyes, Canelo!”, que así lo llamó el director del grupo –por tener el cabello de un tenue rojizo-.
¿Te gusta la música?
La respuesta fue obvia, ¡claro que le gustaba! A partir de esto su vida sería la música.
Don Luis lo aconsejaría que se comprara un pistón (trompeta), animándolo:
“¡y te vienes a tocar con nosotros!”. La trompeta no se usaba, pero don Luisito le dijo “se va a usar”.
Miguel le comentó a doña María Perfecta, su madre –ya que su padre, para este entonces había fallecido en un accidente con un cable de alta tensión trabajando en el FFCC-, que lo aceptarían si se compraba un instrumento.
¡Estás loco, tú! ¿Qué instrumento vas a tocar?
Al pasar de unos meses la madre consigue un préstamo de cuarenta pesos, por parte de un hermano de ella, el tío Marcelino, que por cierto era ciego, “¡qué le haces caso tú a este chamaco!” –dijo el tío-. Pero fue tal la insistencia, que cedió a su petición.
Así, después de haber visitado la “Casa Veerkamp” y la “Casa Wagner”[7] pensaron que no la iban a comprar, eran precios, para ellos en ese momento –alrededor de cien pesos–, inalcanzable.
Como siempre se abre una puerta, y aconsejados por el tío Marcelino acudieron al Montepío, que ni Miguel ni doña María Perfecta sabían que era eso. El Nacional Monte de Piedad, ubicado en la parte norponiente en lo que se conoce como el Zócalo, allí fue “en donde compraron una trompeta de marca desconocida pero a bajo precio”, costaba exactamente cuarenta pesos, y era la única en existencia, y por la cual regresaría un interesado en el transcurso del día.  Doña María con gran preocupación porque para ese momento ya había dispuesto de dos pesos, así se da el estira y afloje con un empleado y le ofrecen lo que llevaban y no salieron de ahí sin la trompeta de 38 pesos. Así es como ingresa al grupo de Don Luis, ya que ellos no traían trompeta. Ganando cincuenta centavos diarios.
La siguiente parte, que es destacable y a mi parecer la más importante de la vida de Don Miguel, ya que para el aprendizaje de la ejecución del instrumento siempre se requiere de una dedicación en cuerpo y alma. De aquí parte la ruta a la búsqueda de cualquier sueño en cualquier disciplina.
La música, para muchos ya se trae dentro, la habilidad y destreza son un desarrollo de la capacidad individual y había que obtenerlo con tesón y dedicación. En aquel momento quien le podía enseñar sólo era de la manera empírica o lírica.
Comenzó con la orientación de un señor que tocaba el clarinete, pero no sabía escalas ni tonos, en conclusión no leía música; así que para la primera vez que tocó con el grupo no fue del todo agradable. Don Teodoro –del mariachi de don Luisito–, que tocaba el violín le dijo: “No Miguel, vas en otro tono. Yo te voy a enseñar las escalas de la música, para que estudies bien las canciones”.
De esta manera comenzó a montar repertorio. Hasta este momento el grupo que tocaba con metal era con una sola trompeta.
Para los años cuarenta, ese mismo grupo arribó a lo que hoy conocemos como la Plaza Garibaldi, ahí Miguel conoció a don Pedro “el cortado”, quien le enseñaría todo lo que sabía en cuanto a la ejecución de la trompeta, pero de modo también lírico. Señalemos  que sólo había cinco grupos de mariachi en la plaza. Podríamos pensar que no había mucha competencia.
Aquí habría que darse otro frentazo, como dice don Miguel, normalmente la gente que requería el servicio de estos grupos no eran capitalinos, eran gente de Jalisco, Guanajuato, Michoacán, Zacatecas y Colima, algunos pocos venían de Nayarit. Gente que tomaba con otra visión la música del Mariachi, y la trompeta ¡era un sacrilegio!
Normalmente de esos cinco grupos dos tenían trompeta, los otros tres los contrataban primero, ya en dado caso de estar contratados para serenata y no haber más, se llevaban a los que traían el “cuerno” (trompeta).
Miguel recuerda con cierta tristeza que decían los que llegaban a la Plaza, –¿trae trompeta, sí? Espero a los otros–. Y cuando una vez por no haber más, los contrataron, al llegar a la serenata suena la trompeta y la del cumpleaños sale horrorizada y reclama –¿qué es esto? Que se larguen no quiero oír esa trompeta–. Los hijos insisten pero le aclaran a Miguel que le pagarían, pero que no tocara. En realidad pocos originarios de la capital los contrataban y ellos eran quienes aceptaban la trompeta.
Para esta misma década de los 40’ el mariachi Vargas ya estaba en la ciudad de México,  ya que en la campaña de Lázaro Cárdenas aquellos lo acompañaron a su gira de proselitismo y al llegar a presidente, los da de alta en la Jefatura de Policía del Distrito Federal ganando 30 pesos al mes, por supuesto ellos eran músicos no vestían de uniforme y amenizaban en la Alameda, los parques, lugares públicos y las fiestas del presidente. Pero también ya estaban en la XEW desde un año atrás con un programa de 15 minutos cada quince días, porque ahí el bueno era el Mariachi Tapatío de José Marmolejo, ellos tenían un programa de media hora los lunes, miércoles y viernes.
Haciendo de tripas corazón, Silvestre Vargas se presentó con don Emilio Azcárraga Vidaurreta –que fundó en 1930 la XEW-, y le dijo:
–“Oiga don Emilio, ya tenemos un año aquí en la XEW y yo creo que como méritos que ya pasé en el elenco, pues merezco otro programa, para que la gente nos oiga” –. Recordándole que el mariachi Tapatío tenía tres programas a la semana y ellos uno cada quince días.
–Mire maestro Vargas, ya tengo un proyecto, pero fíjese, todas esas cartas que ve ahí son de peticiones de canciones y felicitaciones al mariachi Tapatío. De usted no veo ninguna–, Vargas sintió el comentario como cubetada de agua helada, agachó la cabeza y dio las gracias.
¡Haber maestro! –dijo don Emilio–, haber no se vaya, por qué no mete trompeta, mire en realidad yo no sé mucho de música pero el mariachi con trompeta, siento que se oye con más cuerpo, piénselo.
Silvestre Vargas salió de la XEW, pensando si Azcárraga tenía razón. Lo plantea a los demás elementos de grupo y se volvió eso una campaña, unos a favor y otros en contra. Por supuesto don Gaspar reticente a la idea, se planteó votar y respetar el resultado. Al final ganaron quienes favorecieron el admitir una trompeta: “vamos a probar un año y si no funciona, nos regresamos”. Pero de dónde iban a sacar un trompetista.
Por ahí se le ocurre a uno, “¿por qué no va por un trompetista a Guadalajara, maestro?” Traerían a ese elemento de Guadalajara, un trompetista de banda y que tocaba música clásica. Hizo la prueba pero no se acopló. No gustó, el director artístico no lo aceptó. Fueron por otro a Puebla, pero era trompetista de música tropical, tampoco fue aprobado.
            Vargas acude a Garibaldi, le habían hablado de don Pedro el “Cortado”, quien había hasta ese momento enseñado a Miguel y le había dicho ya, que no le iba a enseñar más porque él solo “pisaba” y no sabía en realidad lo que estaba tocando – “mira, un ciego jala a otro ciego y los dos se van al voladero, busca una escuela” –.
Vargas a quien iba buscando era a don Pedro, quien le respondió –Le agradezco maestro, pero yo ya duraré poco aquí, mis hijos ya no me dejan venir, me hacen mucho daño las desveladas, mire mejor dígale a ese muchacho–, señalando a Miguel. Vargas se volteó y se retiró del lugar.
            A la vuelta de dos meses Silvestre regresó y le propone ahora si a Miguel que haga una prueba con ellos. Él le respondió que ya estaba enterado que había recurrido a otros trompetistas muy buenos y que ninguno le llenaba el ojo, “yo soy menos que ellos” –dijo–, “¿yo qué voy a hacer?” Quién quite y tú eres el bueno, le insistió.
–Mire maestro, vamos a hacer una cosa, págueme el día y voy, si me corren que es lo más lógico pues siquiera ya me traigo algo–. Aceptan la proposición y le cuestiona Vargas: “¿en cuánto estimas tu día?” Miguel ahí en Garibaldi ganaba un peso con veinticinco centavos,  sábados y domingos hasta dos cincuenta –“cuando chillaba la cazuela fuerte” –, pero en el Tenampa, adentro quien trabajaba se ganaba cinco pesos, pero ahí sólo don Concho entraba y el trompetista era Candelario Salazar “el pitayo”, compadre de don Concho. Miguel pidió diez pesos por ir “¿Qué, por qué tanto?” Miguel le contestó –¡pues para aguantar la vergüenza que voy a pasar!– Vargas aceptó pero le aclaró que si se quedaba no le pagaría nada. Todos de acuerdo. Avisó en su casa a su madre, diciéndole: “voy a hacer una prueba a la XEW con el mariachi Vargas”, claro que en ese momento no eran de renombre como actualmente lo son. En su casa los conocían.
El martes muy puntual se presentó Miguel, vio a sus compañeros, unos lo saludaron otros lo miraron de arriba abajo. Ensayaron brevemente y entró el director artístico Amado C. Guzmán, quien sólo decía si o no, sin mayor explicación. Él fue quien le dijo a Pedro Infante “regrésate a tu tierra y sigue de carpintero, para esto no sirves”. El Sr. Guzmán llegó con un pianista y un director de orquesta, llevaba jurado y así se inició la prueba. Le solicitó a Vargas que tocara un pedazo de una canción ranchera, luego un son, después un  2x4. –“Haber el joven de la trompeta que toque el Cantar del Regimiento –, composición de Agustín Lara, una marcha con toque de trompeta muy lastimero para despedir a los soldados.
–¡Sólo la introducción! – Vargas se le queda viendo a Miguel y preocupado le pregunta: –¿te la sabes?– Si Sr. Vargas; y la tocó.
El Sr. Guzmán salió de la cabina sin decir nada y ahí terminó la prueba. Miguel ya había cobrado los diez pesos del acuerdo, guardó sus cosas y salió de la XEW, contento por llevar dinero, pensando que tal vez ya no tendría que trabajar toda la semana.
A la altura de la iglesia del Sagrado Corazón, a escasas dos calles de la XEW, escuchó que le gritaron y que corrió alguien. Era Vargas, que le dijo agitado: –pasaste la prueba, te quedas con nosotros. Devuélveme mis diez pesos–. Ese había sido el trato. Y Miguel se quedó con el Mariachi Vargas de Tecalitlán hasta mediados de los 60’.
            Para 1941, el mariachi de Silvestre Vargas, había grabado la banda sonora de la película que protagonizó Jorge Negrete y María Félix: el Peñón de las ánimas, grabada sin trompeta. Silvestre le dijo a Miguel que iban a tener llamado para la filmación, que se preparara. Nuestro trompetista sorprendido le dijo que él no había participado en la grabación de las piezas musicales, que a qué iba, “y con las ganas que tenía de conocer a don Jorge Negrete y a María Félix”. No te preocupes –dijo Vargas–, nada más hay que ponerse ahí con los instrumentos aunque no toques, ya todo está grabado, total te colgamos una vihuela y le rascas, ándale gánate esos centavos. De esta manera también se incorpora a la vida del celuloide. 
              En la XEW por supuesto que ahora les llegarían cartas, la enorme mayoría era para que quitaran la trompeta. El director artístico les pidió calma, que si en un tiempo razonable no cambiaba de intencionalidad esa correspondencia pues habría que hacer algunos ajustes. Con el tiempo bajó la crítica a favor de quitar la trompeta. Esto lo atribuye, don Miguel, a que la radio es un poderoso medio masivo de comunicación y que con el repetir de las canciones y habituarse al sonido de la trompeta, se terminó por aceptar o mejor dicho, de imponer. Aunado también a la enorme proyección que le daría el cine al Mariachi.
            Lo importante de esta parte es que Miguel, recurrió a la escuela, encontrando de maestro a Don Luis Fonseca, quien le inculcaría el gusto por la música de los grandes maestros clásicos. Esto le daría la una manifiesta superioridad de interpretación, en ese entonces, más allá del promedio de músicos de mariachi. Y dándole la capacidad –y encontrando la inspiración suficiente– de componer y hacer sus propios arreglos musicales.
            Contribuyó a la introducción no sólo de una trompeta al mariachi, sino de dos. Esto sería con el Mariachi México de Pepe Villa, por supuesto esto es otro capítulo de su vida.
            El título de la ponencia “Errante Vagabundo” es en alusión a ese trayecto de tocar puertas y preparación a un camino profesional, claro es que también es el título de una de sus canciones, ésta grabada por Luis Aguilar, utilizada para la filmación de la película el Gallo Giro, de donde se desprendería el sobrenombre del Sr. Aguilar.
            Su amistad con Rafael Méndez, extraordinario trompetista y concertista de música clásica,[8] lo llevaría a conocer a los grandes trompetistas de esos tiempos como lo fueron Louis Armstrong, Harry James, Tomy Dorsey. La Trombstone Trumpet Company fabricó una trompeta especial con el nombre de Miguel Martínez[9]. Esto es parte de esas “benditas copas”.
Serían interminables las numerosas anécdotas emanadas de la experiencia de don Miguel a lo largo de su carrera. Las situaciones en giras convividas con los que hoy representan los iconos de la época de oro de nuestro cine mexicano. Tal vez no con todos pero si con aquellos que dieron una imagen de tierra bravía a este nuestro México
La Historia, no sólo es recurrir a legajos y documentos llenos de polvo y hongos. En su acepción de esta Historia de lo inmediato no es necesario invertir horas y horas de investigación en cerros de papeles. La Historia oral, donde recurrimos a la entrevista puede ser manejada por el historiador como herramienta, desarrollando esa parte de involucramiento en el presente de nuestra sociedad. Teniendo la seguridad de que al desarrollar esta técnica de investigación nos da la oportunidad de conocer, de tener enfrente a la fuente viva dentro de esta vida cotidiana llena de sabor, de colorido e interés. Y nos ayudará, o por qué no decirlo, ayudará a las siguientes generaciones a entender lo que hoy es nuestro presente y para ellos su pasado.  
             Cd. Netzahualcóyotl, agosto del 2010.

Fuentes.
Documental.
 El Mariachi, History Channel, Agosto 2010.
Entrevistas.
Entrevista con el Señor Miguel Martínez Domínguez, realizada en su domicilio en Tlalnepantla , Estado de México el 10 de agosto de 2010.
Fuentes Impresas.
Hermes, Rafael, Origen e historia del Mariachi, Editorial Katún, México, 1982, pp. 147.
Jaúregui, Jesús, El Mariachi,símbolo musical de México, Taurus, 2007, pp. 400.
Fuentes Electrónicas.




[1] Egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Estudios Profesionales “Acatlán, de la Licenciatura en Historia.
[2] Documental El Mariachi, History Channel, agosto 2010.
[4] Sociedad de Autores y compositores de México (SACM), página de internet del día 14 de septiembre de 2010  http://www.sacm.org.mx/archivos/biografias.asp?txtSocio=08166
[6] Clark, Jonathan, Miguel Martínez, pionero de la trompeta mariachera. Una plática con…,  Tlalnepantla, Estado de México, 2007, http://mariachihistory.com/miguel_martinez.html  Agosto, 2010.
[7] Datos biograficos emitidos por los organizadores del homenaje que se llevó a cabo en 2004 en la Plaza Garibaldi, con el apoyo de la sub-delegación Territorial y la Delegación Cuauhtemoc. Página Internet,  septiembre 14 de 2010: http://www.suhsd.k12.ca.us/mariachiconference/wp-content/uploads/2007/03/rese__a_garibaldi.pdf
[8] Biografía de Miguel Martínez publicada por la Sociedad de Autores y Compositores (SACM), como fuente, sitio ciberespacio:    http://www.sacm.org.mx/archivos/biografias.asp?txtSocio=08166

19 mar 2011

La presencia de la Casa de Moneda en el Festejo del Primer Centenario de la Independencia en 1910.

El sinnúmero de eventos que se realizaron para el festejo del primer Centenario de la Independencia fueron de gran algarabía, algunos fastuosos y también solemnes. Ninguna organización que se dijera mexicana quería quedar fuera de esta memorable fecha.
Una de las Instituciones mayormente reconocidas en el mundo, es nuestra Casa de Moneda, sus prestigiadas acuñaciones desde los “carolos”, monedas de plata con la imagen de Carlos III y los columnarios, habían dado ya varias vueltas al mundo. Y en este evento de importancia nacional no se iban a quedar atrás.
Así que para octubre de 1908 se hace la sugerencia de dos proyectos; uno, el de acuñar monedas conmemorativas, a lo cual la Secretaría de Hacienda no apoya. Y el otro es la acuñación de una medalla conmemorativa alusiva a este primer Centenario, que para la citada Secretaría fue viable. Así que la Casa de Moneda lanzó una convocatoria con fecha del 19 de noviembre de 1908, a todos los artistas y grabadores para la realización de la presea conmemorativa que debería de cubrir los siguientes requisitos:
Anverso y reverso con imágenes alusivas al gran evento de la Independencia, así como tomar en cuenta que estas mismas imágenes deberían estar en un espacio de cincuenta milímetros, en consecuencia el prototipo debería de ser de 30 centímetros. Además de un plazo de entrega para “presentar los modelos en bronce, así como las fotografías reducidas de ellos, vencería el 30 de junio de 1909”  y dirigidos los proyectos al director de la Casa de Moneda de esta capital,…
…bien empacados en cajas de madera, cerradas y con una contraseña de la caja en la tapa, además de la indicación de que son objetos para el concurso, y se acompañaran con una cubierta lacrada y sellada que tendrá la misma contraseña de la caja y contendrá en su interior el nombre del autor de los modelos”[1].
Por supuesto la respuesta no se hizo esperar –aunque no se distinguió por su abundante participación pues se recibieron, según la prensa ocho proyectos pero la Comisión en los documentos cita “se eliminaron doce de los que quedaban. No habiendo tenido tiempo para discutir sobre los seis restantes”,  resultándonos dieciocho solamente de esta parte mencionada, pero al parecer hubo más, los ocho que mencionó la prensa fueron los finalistas. Algunos escultores y grabadores atendiendo a la convocatoria se aplicaron a la realización de un trabajo digno de la envergadura del evento.
Firmas del jurado del evento.
Cuando se dio a conocer los integrantes del Jurado calificador, –los señores Luis S. Campa, que fue nombrado Presidente de esta Comisión; Charles Naylor y Guillermo Pastrana secretario–, se dio la polémica sobre éstos. Se aludía a que estos personajes conocían a algunos de los participantes y eso podría influir en su decisión al evaluar trabajos.

A lo que el Comité no tuvo la necesidad de rasgarse las vestiduras, ya que el modo de dar a conocer esta situación, por parte de los denunciantes fue por el anonimato y aunque hubo dos intentos, el segundo firmado por “dos concursantes”, se hizo caso omiso de esto.

Presea de premio o Medalla de encargo.
El comité organizador, evaluando la situación, calculó en un principio los personajes que recibirían la medalla como un obsequio (empleados de alto rango, jefes de dependencias e incluso representantes extranjeros) y también de forma meritoria (como premio de algún evento). Pero estás preseas también podían estar al alcance de la población en general y se les puso un precio un tanto razonable a cualquier estrato social. Tomando en cuenta que fue un trabajo en metal, se aprovechó la utilidad de los tres metales más llamativos y de los cuales ya se habían hecho amonedación: el oro (que en un principio costaría ochenta pesos y que posteriormente, el comité organizador reconoció que no recuperaría lo invertido, sobre todo cuando se percató de que había que regalar muchas medallitas, subió el precio a ciento cincuenta pesos), la de plata –costó dos cincuenta y después tres pesos- y la de bronce con un valor de un peso, posteriormente un peso con cincuenta centavos.
Existió para este festejo una Junta organizadora en cada estado y ésta a su vez designaría las comisiones por cada cabecera municipal para dicho evento. De esta manera emanó la demanda de las medallas. Todo aquel que deseara tener una, se tendría que poner en contacto con dichas comisiones.
Como no hay plazo que no se cumpla, el día 8 de enero de 1910 se publicó en los periódicos el nombre del ganador. El Imparcial nos dice que el ganador de dicho concurso fue el Sr. Arquitecto  Manuel Centurión, con su obra distinguida por la frase “Por la Gloria de mi Patria”, se adjudicó el premio de dos mil pesos y los recibiría de las manos del mismísimo presidente de la República el 30 de septiembre del festejado año. Hemos de recordar que para 1910 se tendrían que llevar a cabo elecciones para presidente, así que no era nada seguro qué presidente entregaría el premio.
La descripción de los motivos que aparecieron en la Medalla, según su creador son:
Representa el busto de Don Miguel Hidalgo y Costilla; á la derecha de éste, la República conservando en una mano la palma de la Paz, mientras que con la otra abraza con filial cariño al venerable anciano su padre y libertador, colocándole á la vez una guirnalda de flores que es tomada del otro extremo, por el águila, símbolo de la patria, ofreciendo con esto ambas un testimonio de gratitud al que en un día rompió las cadenas de la esclavitud.
A la izquierda, la Historia, desnuda como la verdad, se muestra como tal apacible y serena en actitud de atención se dispone á grabar con caracteres imperecederos los hechos heroicos de nuestro libertador.
En la parte superior está el genio de la Fama que corona con los laureles de la Victoria las sienes del insigne anciano, llevando en la mano la sonora trompeta que caracteriza su nombre, por la cual hace saber al mundo entero los gloriosos hechos de nuestra emancipación. Descansa éste grupo á la sombra de un encino, símbolo de la fuerza, de la robuztes (sic), demostrando con esto las bases sólidas y bien constituidas con que está formada nuestra República y su paz.
El reverso: Representa el primer pasaje después del grito que dio Don Miguel Hidalgo en la Iglesia del pueblo de Dolores, la que se destaca en el fondo; el Señor Hidalgo arengando con bríos y valor al pueblo armado de picas, lanzas y hachones encendidos, el que sólo se puede percibir escasamente por no ser aún disipadas las sombras de la noche.
En conclusión, la idea del anverso es el Centenario y el reverso la iniciación de nuestra Independencia.[2]

Firma de Manuel Centurión, ganador del evento.
Para noviembre y diciembre de 1910 aún la Comisión estuvo esforzándose por cobrar todas las medallas expedidas a la república. Existe un comunicado dirigido a los gobernadores de los estados de Durango, Veracruz, Morelos, Oaxaca, Puebla, Tabasco, Tlaxcala, Hidalgo, México, Guerrero y Chiapas para que por medio de estos se pudieran cobrar las medallas. Los representantes de cada junta local alegaron que como las preseas no llenaron las expectativas de los que las encargaron no las recibirían, además de que habían llegado muy tarde –hasta noviembre–, y como ellos las querían lucir el día de la fiesta, pues ya no tenía mucho caso, claro ya no iba a haber otros festejos del Centenario en diciembre, como fue el caso de Departamento de Tonalá, del poblado de Mapastepec, Chiapas[3], y solucionado por el mismísimo Ramón Rabasa con su misiva desde Tuxtla Gutiérrez siendo esto el 4 de febrero de 1911.
Se consiguió recaudar por concepto de Medallas la cantidad de 5498.50 pesos pero aún había en existencia 3116 medallas de los tres metales.
Hubo que solucionar este excedente de medallas, resultado de una ineficiencia del correo para repartirlas, además no las iban a fundir, ni regresarlas a la Casa de Moneda, deberían de buscar la estrategia de colocarlas. Para el 2 de marzo de 1911 se propone y recomienda por parte de la secretaría de Gobernación “que dichas medallas sobrantes se acepten en comisión en alguna ó algunas casas honorables de comercio”.[4] Se deciden por dar a concesión a dos joyerías muy afamadas de este entonces, “La Esmeralda” y “La Perla”, con la debida instrucción señalando el precio. El 8 de marzo se envían 1918 medallas de plata y 1123 de bronce, posteriormente se les enviarían 75 de oro a los señores Hauser Zivy y Cía., para que ellos a través de su Casa Comercial o joyería –lo  referimos así, ya que los documentos no nos especifican si son dueños de “La Esmeralda” o “La Perla”  o de ambas–, colocarían las medallas sobrantes.  Tal vez ya algo tarde, y como se darían al precio que se había llegado después de su ajuste, no sabemos a ciencia cierta si de verdad las habrán colocado.

  
La revuelta social convocada por Madero en su Plan de San Luis empezaba a hacer efervescencia, para traer en mayo en el Tratado de Cd. Juárez la renuncia de Porfirio Díaz.[5]
Aunque para la celebración del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución se imprimieron billetes y se acuñaron monedas de cinco pesos alusivas al festejo y casi en vísperas de las fiestas se lanzó una moneda con los tres metales, no hubo una medalla conmemorativa que fuera especial, de metal precioso y se le diera un valor diferente al circulante común. Tal vez se temió el que no se vendiera toda la emisión designada como en aquel señalado año de 1910, donde aparte de una celebración nacional, hubo un censo poblacional, la visita del cometa Halley y unas elecciones que serían el detonante de un movimiento social, del que hoy también celebramos su Centenario.
  


[1] Archivo General de la Nación (posteriormente AGN), Proyecto de Convocatoria en Documentos de la Comisión para festejos del Centenario de la Independencia de 1910, Caja 1, Carpeta: Concurso para medalla de la Independencia.
[2] AGN, Loc. Cit., Fotografías de las Medallas conmemorativas. La ortografía es la de la carta original de Don Manuel Centurión escrita a máquina.
[3] AGN, Loc. Cit., Minuta N° 565 con fecha febrero 8, 1911
[4] AGN, Loc. Cit., Minuta N° 6071 con fecha marzo 2, 1911.
[5] Historia General de México, El Colegio de México, tomo2, México, 1981, p.1080.