Praxis.
Cárdenas. Por JAIME CASTREJÓN DIEZ
El Universal, Lunes 7 de julio de 1980. (Primera plana)
Podemos considerar
la elección de Lázaro Cárdenas como el inicio de la época moderna de la
política mexicana. Después de la revolución de 17 vino el caudillismo y la
lucha por el poder de las distintas facciones revolucionarias, fue la época de
los generales y de los golpes de Estado, levantamientos en armas y
desorganización política. Vino después un período de solidificación que trató
de institucionalizar el movimiento revolucionario y crear un instrumento para
que el poder público se mantuviera en manos de los revolucionarios, este fue el
Partido Nacional Revolucionario que resultó ser un mecanismo electoral que
garantizaba esa condición. Con el poder asegurado, el mismo inventor del
Partido, Plutarco Elías Calles, no resistió la tentación de ser el factótum de
la política nacional, el jefe máximo de la revolución. Por un periodo que
abarcó tres presidentes, Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo
Rodríguez, el llamado Maximato gobernó el país sin grandes avances en lo
político ni en lo social. Es más, el sistema se estaba agotando y se veía que
los gobiernos revolucionarios decaían. Calles intentó renovar el partido y el
gobierno con un nuevo instrumento político: el plan sexenal 1934-40. El partido
fue convocado y en el proceso de elaboración del plan salieron a relucir los
problemas, aun cuando el plan se había concebido para canalizar inquietudes y
sobre todo para, ya detectados, abandonar inconformidades y convertirse en su
paladín contra lo establecido, aun cuando paradójicamente lo establecido y el
paladín eran el mismo sistema. (CONTINUA
EN LA PAGINA SIETE)
Praxis. —Cárdenas <continua de la
primera plana>
Ya en las discusiones del plan sexenal se
vio claramente que a pesar de que había menos facciones de caudillos, de todos
modos no se había llegado a una opinión o una doctrina única. Durante el plan
se vieron dos de estas tendencias, una que aplaudía lo hecho y trataba de
mantener el status quo y otra
que sentía que la actitud revolucionaria declinaba y era necesario
revitalizarla. Ambas tendencias eran antagónicas, pero militando dentro del
mismo partido, esto viene a prefigurar lo que después se llegó a llamar el ala
izquierda y el ala derecha del partido. Durante ese proceso se les llamaba
callistas a los conservadores y agraristas a los que trataban de mantener vivo
el espíritu de la revolución y se identificaban con el agrarismo, que había
sido su principal motor.
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La división ideológica ponía en peligro la
estabilidad del partido, había el peligro de que se dividiera en dos. Como un
posible conciliador entre los dos grupos sobresalía el general Lázaro Cárdenas
del Rio, que a pesar de su juventud había sido gobernador de Michoacán,
presidente del PNR, secretario de Gobernación y secretario de Guerra. Se le
consideraba un hombre del sistema y conocedor que podría atraer a las dos
facciones y establecer una plataforma política que evitaran un sisma en el
partido. Esta plataforma estaba ya delineada en el plan sexenal, en el que
había cinco puntos clave que se habían negociado entre callistas y agraristas.
Estos eran: intervención estatal, reforma agraria, sindicalismo, actividad
empresarial y educación nacional. Era claro que Cárdenas se acercaba a la
nominación con bastante seguridad; sin embargo, tuvo que jugar con las reglas
de Calles, el jefe máximo, y obtener su apoyo personal, rodeado de la
discreción necesaria de un secretario de Estado que estaba buscando la
presidencia. Calles sabía que la candidatura "caminaba”, pero todavía
obligó a Cárdenas a someterse a su voluntad. Para conversar sobre el futuro del
país citó al precandidato en Los Mochis, donde lo mantuvo haciendo antesala por
largas horas, mientras él conversaba con sus amigos y atendía asuntos
triviales. Tal vez ahí mismo se inició la decisión de llegar a gobernar sin
Calles y regresarle dignidad a la presidencia. Poco después del plantón, se
convertía en candidato.
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Cuando era aún secretario de
Gobernación, las diferencias de opinión entre los diputados eran muy fuertes,
ahí se habían sentido también las dos tendencias y el Congreso se había
convertido en un centro de disputas interminables que amenazaban también con
destruir el gobierno revolucionario. Cárdenas intervino porque el poder
legislativo había entrado en pugna con el ejecutivo, fue él quien logró una
unificación, restringiendo al Congreso en sus intentos de “normar" al
ejecutivo. Fue aquí donde, probablemente, concibió Cárdenas la idea de un
férreo control político en las cámaras, ya fuera a través del partido o a
través del ejecutivo. Estas experiencias perfilaban ya las debilidades
del sistema y el modelo de control necesario para corregirlo. A partir de su
mandato y después con un más detallado control, volvería el poder legislativo a
tomar una relación de sujeción al ejecutivo. En la composición de sus cámaras
hay, todavía, una gran heterogeneidad, pero los diputados empiezan a aceptar
ese estilo. Su paso por la presidencia tuvo muchas repercusiones sociales, en
lo político, en la estructura gubernamental también dejó honda huella, de ahí
nacen los mecanismos de control político que conocemos.
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El plan sexenal
tuvo un papel central en la precampaña, la campaña y la estructuración del gobierno. Dos de los cinco puntos centrales del
plan, el intervencionismo de estado y el sindicalismo habrían de darle
oportunidad de tomar una posición ideológica alejada de Calles, que ya
mencionamos se identificaba con la tendencia conservadora del partido. La
introducción del concepto de lucha de clases y otros elementos del lenguaje
marxista llevó una incógnita a la campaña y a los primeros actos de gobierno. Para muchos la
posición ideológica significaba su alejamiento de Calles; sin embargo, acercaba
hacia él y posteriormente incorporaba a su gobierno a callistas prominentes
como Juan de Dios Bojórquez, Tomás Garrido Canabal y el mismo Rodolfo Elías
Calles (hijo del jefe máximo). Del ala izquierda o agrarista del partido colocó
a dos hombres de su entera confianza, el general Francisco J, Múgica y Narciso
Bassols. Durante la campaña tomó también el punto de la reforma agrarista con
gran vigor, utilizando la bandera de los agraristas que se interpretaba como un
acto para asumir el papel de conciliador entre las dos tendencias, pero
después, durante su mandato, este fue uno de los ejes de su política. Los otros
dos puntos, actividad empresarial y educación nacional, tomaron un lugar
secundario, a los empresarios les molestaba el constante uso del concepto de
lucha de clases y la educación era un tema muy cercano a Calles, si tomaba una
posición contraria, peligraba su elección, si asumía la posición de Calles, su
gobierno se vería muy comprometido.
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Esta
elección presidencial cierra la época del caudillismo y del Maximato. El
Maximato había dominado el caudillismo y llegaba a 1934 en total decadencia, las
contradicciones aparecían cada vez más fuertes y era cuestión de tiempo el ver
su cancelación. Cárdenas actuó con un claro concepto de la historia y con la
intuición de que una etapa se cerraba. Él se encargó de terminarla durante su
mandato. El período político moderno se abría con herencias importantes del Maximato,
el partido, el plan de gobierno, la fuerza central y la mínima influencia de
caudillos locales. Cárdenas introduciría un control más cercano del
legislativo, la colocación de personajes importantes de diferentes tendencias
dentro del gobierno, el concepto de organización campesina y obrera como fuente
fundamental de apoyo al gobierno y como parte estructural del partido. Su
gobierno habría de confirmar las tendencias y la práctica de la política en México
empezaba a tomar su forma actual.