EGO

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Licenciado en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Estudios Superiores "Acatlán" (2003-2007). Profesor de la materia de Historia del Mariachi (2014) de la Escuela de Mariachi Ollin Yoliztli en Garibaldi. Maestro en Historiografía por la Facultad de Historia de la Universidad Michoacana San Nicolás de Hidalgo (2017-2019). Inscrito al Doctorado Interinstitucional de Arte y Cultura (DIAC), Campus León. Becario Conacyt (2021-2025)

11 ene 2019

Discurso con motivo del día de la Raza ofrecido en la Escuela Preparatoria el 12 de octubre de 1920. [1]


Voy a hablar despojándome del carácter de funcionario público, pero conservando el de Rector de la Universidad. Deseo, por lo mismo, que mis palabras se tomen como una lección de un maestro a sus alumnos en el día de la Fiesta de la Raza.
Los oradores que hemos oído han recordado bellamente las glorias de nuestra raza en el pasado; veneremos nuestras glorias. Pero nuestra raza no está muerta, sino que tiene plena confianza de que sus mejores días han de cumplirse en el porvenir. Para asegurar ese porvenir necesitamos trabajar el presente, y en este día de la Raza debemos señalar los males que nos corroen. Ningún día es glorioso si no lo alumbra la libertad. La tiranía es la causa principal del atraso de los pueblos españoles de la América. Y mientras no logremos arrancar por completo todo vestigio de despotismo no tenemos derecho ni para envanecernos del pasado, puesto que somos indignos de él, ni para confiar en el porvenir, puesto que los pueblos esclavos no tienen o no merecen tener historia.
El año de 1920 ha sido un año glorioso en los fastos de la América Latina, porque ha visto caer dos tiranías: la de Venustiano Carranza en México, y la de Manuel Estrada Cabrera en Guatemala. Ahora el cable nos anuncia que ha estallado en Venezuela una revolución contra Juan Vicente Gómez, el último de los tiranos de la América española, el más monstruoso, el más repugnante y el más despreciable de todos los déspotas que ha producido nuestra infortunada estirpe.
Desgraciadamente las noticias que trasmite el cable no son muy alentadoras con respecto a la importancia del movimiento libertario. La Junta revolucionaria de La Habana teme que sólo se trate de una falsa revolución, simulada por los mismos gomistas con el objeto de dar a su amo un pretexto para encarcelar más gente y para matar otro grupo de sus enemigos.
Como quiera que sea, nosotros no debemos olvidar la situación en que se encuentra Venezuela; no debemos callar de que Juan Vicente Gómez es un cerdo humano que deshonra nuestra raza y deshonra a la humanidad; no debemos olvidar que en las prisiones de Venezuela agonizan centenares de hermanos nuestros, habiéndose dado el caso de que muera un preso, atado a otro con remaches de hierro, sin que el cadáver fuera separado de la pierna del vivo durante quince días. Los estudiantes de México deben recordar que sus hermanos los estudiantes de Venezuela han sido encarcelados y perseguidos, y los que han podido escapar a las venganzas del menguado se educan en la abyección, en el silencio y en el temor.
Los estudiantes mexicanos, por medio de sus confederaciones, deben enviar hoy mismo mensajes a todas las confederaciones de estudiantes de la América latina, excitando a todos para que eleven una propuesta airada y unánime contra el infame conculcador de las libertades en Venezuela.
En estos instantes solemnes, por el dolor de Venezuela que estamos reviviendo, pongo esta bandera venezolana, la bandera generosa de Bolívar manchada por las manos miserables de Juan Vicente; pongo esta heroica enseña en manos puras de los estudiantes de México para que ellos la paseen por las calles de la libre ciudad de México mientras los venezolanos hermanos nuestros pueden ir a pasearla en caracas; mientras todos los hispanoamericanos unidos podemos celebrar la Fiesta de la Raza, afirmando orgullosamente que todos los pueblos de la América española son pueblos libres.  


[1] José Vasconcelos y el Espíritu de la Universidad, prefacio Javier Sicilia, UNAM, México, 2001, pp. 107-108

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