Voy a hablar despojándome del carácter de funcionario
público, pero conservando el de Rector de la Universidad. Deseo, por lo mismo,
que mis palabras se tomen como una lección de un maestro a sus alumnos en el
día de la Fiesta de la Raza.
Los oradores que hemos oído han recordado bellamente las
glorias de nuestra raza en el pasado; veneremos nuestras glorias. Pero nuestra
raza no está muerta, sino que tiene plena confianza de que sus mejores días han
de cumplirse en el porvenir. Para asegurar ese porvenir necesitamos trabajar el
presente, y en este día de la Raza debemos señalar los males que nos corroen. Ningún
día es glorioso si no lo alumbra la libertad. La tiranía es la causa principal
del atraso de los pueblos españoles de la América. Y mientras no logremos
arrancar por completo todo vestigio de despotismo no tenemos derecho ni para
envanecernos del pasado, puesto que somos indignos de él, ni para confiar en el
porvenir, puesto que los pueblos esclavos no tienen o no merecen tener
historia.
El año de 1920 ha sido un año glorioso en los fastos de la
América Latina, porque ha visto caer dos tiranías: la de Venustiano Carranza en
México, y la de Manuel Estrada Cabrera en Guatemala. Ahora el cable nos anuncia
que ha estallado en Venezuela una revolución contra Juan Vicente Gómez, el
último de los tiranos de la América española, el más monstruoso, el más
repugnante y el más despreciable de todos los déspotas que ha producido nuestra
infortunada estirpe.
Desgraciadamente las noticias que trasmite el cable no son
muy alentadoras con respecto a la importancia del movimiento libertario. La Junta
revolucionaria de La Habana teme que sólo se trate de una falsa revolución,
simulada por los mismos gomistas con el objeto de dar a su amo un pretexto para
encarcelar más gente y para matar otro grupo de sus enemigos.
Como quiera que sea, nosotros no debemos olvidar la
situación en que se encuentra Venezuela; no debemos callar de que Juan Vicente
Gómez es un cerdo humano que deshonra nuestra raza y deshonra a la humanidad; no
debemos olvidar que en las prisiones de Venezuela agonizan centenares de
hermanos nuestros, habiéndose dado el caso de que muera un preso, atado a otro
con remaches de hierro, sin que el cadáver fuera separado de la pierna del vivo
durante quince días. Los estudiantes de México deben recordar que sus hermanos
los estudiantes de Venezuela han sido encarcelados y perseguidos, y los que han
podido escapar a las venganzas del menguado se educan en la abyección, en el
silencio y en el temor.
Los estudiantes mexicanos, por medio de sus
confederaciones, deben enviar hoy mismo mensajes a todas las confederaciones de
estudiantes de la América latina, excitando a todos para que eleven una
propuesta airada y unánime contra el infame conculcador de las libertades en
Venezuela.
En estos instantes solemnes, por el dolor de Venezuela que
estamos reviviendo, pongo esta bandera venezolana, la bandera generosa de
Bolívar manchada por las manos miserables de Juan Vicente; pongo esta heroica
enseña en manos puras de los estudiantes de México para que ellos la paseen por
las calles de la libre ciudad de México mientras los venezolanos hermanos
nuestros pueden ir a pasearla en caracas; mientras todos los hispanoamericanos
unidos podemos celebrar la Fiesta de la Raza, afirmando orgullosamente que todos
los pueblos de la América española son pueblos libres.
[1] José Vasconcelos y el Espíritu de la
Universidad, prefacio Javier Sicilia, UNAM, México, 2001, pp. 107-108
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